El ciberacoso, un nuevo tipo de violencia difícil de erradicar
Cuando los celulares se volvieron tendencia entre los adolescentes, surgió un nuevo tipo de socialización basada en la cultura del mensaje de texto, videos, memes y demás. Los móviles mejoraron las cámaras y las plataformas como WhatsApp, Facebook, Instagram y demás adecuaron sus formatos para atraer cada vez más la atención, pero con el tiempo se dieron cuanta que debían limitar la libertad que se le daba a los usuarios, porque se presentaron gran variedad de abusos, por eso empezaron a crear reglas de convivencia o netiquetas para normar la convivencia en la red y así evitar las interacciones inadecuadas.
A pesar de las restricciones que existen hoy en día, siempre quedan vacíos, los cuales son aprovechados por personas inescrupulosas para ejecutar sus actos. La ventaja es que también el sistema educativo y judicial se han preparado frente a este a este contexto y han generado disposiciones, protocolos y castigos, con el fin de reducir las incidencias.
A los adolescentes se les habla en las aulas hasta el cansancio sobre el tema del ciberacoso y sus consecuencias, siempre se trata de que este sea un tema transversal en las diferentes materias, sobre todo en Orientación educativa, sin embargo aún así se presentan casos, unos más graves que otros y por lo general sucede con estudiantes de grados iniciales, sétimo u octavo, quienes en algunos casos no piensan todavía en las consecuencias de sus actos y se dejan llevar más por sus impulsos.
Al inicio de cada curso lectivo trato de ambientar a los nuevos ingresos (adolescentes de 13 o 14 años) para que se acoplen rápidamente al ambiente de secundaria. Así mediante diversas técnicas se les enseña la cultura del compañerismo, la tolerancia y demás valores para promover la convivencia. En un grupo vimos el tema del ciberacoso, observamos videos temáticos, conversamos sobre sus causas y consecuencias; por último confeccionamos un cartel en el que promovíamos una campaña contra el ciberbullying. Fue un tipo de clase formativa en valores y por supuesto preventiva, la idea era que ellos no cayeran en esos comportamientos inadecuados.
A pesar de los esfuerzos iniciales, tuvimos una serie de problemas ese año, relacionadas con el tema. Lamentablemente tuvimos que abrir un caso de ciberacoso en el que se vieron implicados gran parte de estudiantes del grupo. Al parecer no aplicaron lo aprendido en la clase y lamentablemente lo aprendieron por las malas.
Durante la investigación del caso nos dimos cuenta de muchas cosas. Los adolescentes están unidos a infinidad de grupos en WhatsApp y en algunos mantienen actividades inadecuadas. Poseen grupos de compañeros, grupos de amigos cercanos, amigos de confianza, amigos de otros colegios y demás.
Mediante diversas fuentes nos dimos cuenta que un estudiante que pertenecía a un chat con personas de otro colegio propuso la idea de crear un perfil en Instagram con el fin de exponer personas y generar chismes de mal gusto. Un estudiante de otro colegio creo el perfil, mientras tanto los demás crearon un grupo aparte en WhatsApp e incluyeron a otros estudiantes para que mandaran chismes, injurias y bromas de mal gusto; las cuales se publicarían de forma anónima en Instagram.
Rápidamente los estudiantes recopilaron decenas de mensajes, los cuales copiaban y pegan en el otro grupo para que los publicaran. Al día siguiente algunos alumnos denunciaron el caso en Orientación, quien comenzó a investigar el caso. Lo primero fue denunciar la página en Instagram para que eliminaran la cuenta. Posteriormente hablar con los estudiantes para que hicieran sus denuncias y así poder recopilar información.
Seguidamente se procedió a llamar a padres de familia para poder levantar las actas del caso, primero se habló con los estudiantes que fueron ofendidos y después de tener pruebas sólidas, procedimos a llamar al grupo de los perpetuadores, es decir, a quienes ingeniaron todo el plan.
Los acosadores al percatarse de la investigación, inmediatamente borraron todos los grupos que habían tenido, tratando de eliminar las evidencias. Lo que no sabían es que a través de las entrevistas posteriores ya teníamos suficientes pruebas (pantallazos y audios) para inculparlos.
Durante las entrevistas con ellos no les presentamos las pruebas ni a ellos ni a sus padres, pues primero queríamos saber cuál versión nos iban a dar, pero nos decepcionamos en casi todas las entrevistas, pues poca fue la franqueza expresada por los estudiantes. La mayoría evadieron la culpa, mencionaban frente a sus padres que ellos no tenían nada que ver con el caso. Lo que nos sorprendió, fue la seguridad con la que muchos evadían los hechos y aseguraban no tener nada que ver con el problema. El hecho nos puso a reflexionar sobre la ética mostrada por los estudiantes, pues no nos demostraron la confianza que esperábamos.
Al terminar la investigación y dar el veredicto, se volvió a llamar a estos estudiantes implicados y con duro pesar tuvimos que exponerlos frente a sus padres. En todos los casos tratamos de sobrellevar la conversación de forma constructiva, de manera que aquello sirviera de aprendizaje, tanto al adolescente para que aprendiera de sus errores como a los padres para que conocieran más a sus hijos. En este proceso siempre se dan las lágrimas, tanto por parte del adolescente al reconocer la culpa y por otro lado los padres al experimentar diversas sensaciones de tristeza, desilusión y demás. Pero al final, ambos logran abrirse y en general funciona como un mecanismo para que ambos logren reconocerse mutuamente. Terminada la sesión, a cada estudiante se le dio una sanción o acción correctiva de acuerdo a sus actos, los cuales fueron aceptados de buena manera por sus padres, al considerarlos como necesarios para que sus hijos piensen en las consecuencias de sus actos.
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