La psicología detrás del matón (bullying o matonismo)

 

El matonismo siempre ha sido un problema recurrente en los centros educativos de todo el mundo. En las aulas hay estudiantes que han recibido buenos ejemplos y formación de valores en sus hogares desde pequeños (por dicha ha sido así en la mayoría de los casos), sin embargo siempre existen las excepciones, es decir, adolescentes que han crecido en un entorno disfuncional con problemas familiares severos, donde existen casos de  violencia o  ausencia de miembros del núcleo familiar, en algunos casos los padres trabajan y nunca han tenido tiempo para fortalecer la parte afectiva, social y ética del menor. 

Los casos son muchos, pero todos tienen un factor en común: son adolescentes que muestran un tipo de resentimiento social y baja autoestima. Sus reacciones violentas son motivadas algunas veces por envidia o por la necesidad de llamar la atención. Son jóvenes que en sus casas no recibieron suficiente atención, redundó la falta de comunicación y confianza entre los miembros, en la mayoría de los casos hubo carencia de refuerzos positivos y afectivos. Sus errores fueron castigados con palizas o agresiones verbales siempre, sin haber ahondado en razonamientos sobre las faltas cometidas y la importancia de aprender de los errores. Esto generó que en su adolescencia desarrollaran una identidad basada en esos modelos. Son fácilmente identificables porque buscan salirse de las normas, no atienden indicaciones, tienden a llamar la atención constantemente  y su vocabulario es muy insultante. 

 Una vez tuvimos un alumno proveniente de otra institución que generó muchos problemas, él venía de un centro educativo muy problemático y donde los casos de matonismo era mal atendidos. Los padres mencionaron que en ese lugar predominaba la ley del más fuerte y que los estudiantes debían desarrollar una conducta defensiva y violenta para poder sobrevivir el día a día. 

Nos dijeron que su hijo había adoptado la conducta de matón en ese colegio, con la idea de encajar en el grupo y no ser una víctima, sin embargo su propio grupo lo rechazó y hasta fue amenazado por ellos, lo cual creó divisiones, discusiones y rencillas cada vez más serias entre ellos, llegando incluso a las amenazas de muerte. Ante la inactividad o impotencia de la institución, decidieron trasladarlo a otro centro educativo. Fue así como llegó aquí, un lugar con más convivencia. 

Debido a sus antecedentes, nos reunimos con sus padres, le ofrecimos el reglamento institucional y le hicimos una matrícula condicionada en el que se comprometía a  ofrecer su mejor versión y cumplir con los estatutos de convivencia. Generalmente los adolescentes se adaptan con el tiempo al nuevo ambiente, sin embargo a este estudiante le costó un poco. 


Le fue difícil desprenderse de su comportamiento violento y su actitud defensiva, pues frente a las situaciones estresantes actuaba con violencia, también lo hacía en actividades tan cotidianas como el recreo. Tendía a caminar por el pasillo y golpear a los demás a puño cerrado sin ningún motivo, el hecho hizo que lo abordáramos en varias ocasiones hasta que controlamos sus impulsos y logramos que adecuara su comportamiento. 

Después de un tiempo, tuvo un incidente grave con un compañero de su grupo al cual golpeó en la cara, generándole sangrado, la acción fue injustificada y se dio frente a muchos testigos. Eso, junto con sus antecedentes, provocó que fuera expulsado por quince días, según lo que nos indicaba el reglamento.

Con lo que no contábamos es que ese acto de violencia (al que no estamos acostumbrados en nuestra institución), generó  una indignación generalizada, y diera como resultado nuevas amenazas hacia el estudiante expulsado. Algunos amigos cercanos y familiares del estudiante golpeado entraron en discordia con el alumno expulsado a quien consideraron como un intruso que venía a alterar el orden. 

En resumen, el estudiante llegó a la institución porque fue amenazado debido a su comportamiento inadecuado y ahora de nuevo estaba siendo amenazado debido a su conducta matonista. Era un adolescente que debía cambiar sus actitudes nocivas por otras empáticas y de convivencia, de lo contrario sería apartado socialmente en cualquier grupo social. 

Ese año atendimos al estudiante y tratamos de que pudiera concluir su nivel escolar de manera normal, al siguiente año sus padres optaron por trasladarlo a otro centro de estudio. 

Lo que esperamos es que después de tanto trajín, el estudiante haya aprendido de sus errores y a controlar más sus impulsos, para que no reaccione de forma violenta cada vez que se sienta incómodo. 

En este caso, la ayuda del departamento de Orientación y la atención psicológica son importantes. Este tipo de adolescentes tienen mucho que decir y necesitan desahogarse con personas profesionales en la materia, quienes lo aborden y le permitan entrar en confianza. Más de una vez con este y otros estudiantes hemos visto como se abren de forma espontánea cuando se sienten en confianza. Ellos nos cuentan que desean cambiar y controlar sus emociones, pero no saben como hacerlo. Tristemente se sienten atrapados en una burbuja de confusión, tratando de crear una identidad rebelde y agresiva con la cual infundir respeto, pero por otro lado desean ser aceptados y tratados con empatía por los demás. 

En algunos casos y con ayuda de sus familias, muchos logran salir adelante y reformar sus actitudes, en otros, lamentablemente terminan siendo desertores del sistema educativo y posteriormente siguen cargando con sus problemas de comportamiento por siempre en todos los ámbitos de su vida.  


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